PRODUCCIÓN ECUATORIANA
Los estudios y
análisis acerca del Ecuador y su población han sido desarrollados, en la mayor
parte de sus ámbitos, por los cientistas sociales (sociólogos, antropólogos,
historiadores, economistas, politólogos, etc) quienes han caracterizado la
sociedad ecuatoriana bajo diversos enfoques y parámetros, en sus intentos de
llegar a definir lo que ha sucedido y sucede en el país y la gente que lo
habita. Este interés especializado ha dado como resultado en los últimos años
una extensa producción bibliográfica al respecto.
Sin embargo, lo relacionado directamente
con la población afrodescendiente, la situación ha estado relegado como
un tema secundario, o casi "invisible", de aquellas preocupaciones
conceptuales y de la definición de enfoques específicos para abordar las
particularidades sociales, económicas y culturales de este sector importante
del país.
Los contados estudios sobre temas
afroecuatorianos, a más de será muy escasos, han sido abordados desde ámbitos
casi exclusivamente locales, con énfasis en ciertas manifestaciones de la
cultura de las comunidades afrodescendientes del país, como son la música, la
danza, la tradición y literatura oral; todas ellas situadas bajo un enfoque más
cercano al interés folklórico que a una visión holística de la vida y la
cultura de este pueblo. Otro tema de interés, que escasamente se ha
investigado, es aquel que se refiere a los procesos del cambio cultural de los
afrodescendiente, donde se pone énfasis en los aspectos sociológicos y
etnográficos, mayormente restringidos a los ámbitos locales.
Últimamente, está produciéndose una
tendencia creciente de la investigación en los campos de la cultura, el
desarrollo y el medio ambiente, bajo un enfoque más integral y de proceso, que
facilita la comprensión de los temas de la política, la organización social,
los derechos colectivos, territoriales y la participación de los pueblos del
país. Sin embargo, la generalidad de estos estudios -por no decir la totalidad-
ha puesto su énfasis en las nacionalidades y pueblos
indígenas.
Lanzando una mirada retrospectiva al
pasado inmediato, desde los ámbitos de la sociedad mestiza ecuatoriana y su
Estado -antes de que se produzcan las últimas cartas constitucionales de los
años 1979 y especialmente la de 1998, en la que se encuentran reconocidos
derechos específicos sobre la participación y la diversidad cultural y étnica-,
la visión de la cultura había estado marcada por el oficialismo, cuyo interés
descansó tradicionalmente en una preocupación incipiente sobre manifestaciones
puntuales de lo que se dio en llamar la cultura nacional.
Esto no fue otra cosa que el
reconocimiento oficial de las expresiones artísticas occidentales
practicadas por el sector mestizo, sumado a una apreciación limitada de las
manifestaciones del folklore de la población afroecuatoriana e indígena, para
será económicamente aprovechadas por las pequeñas empresas dedicadas a prestar
servicios al turismo internacional con el apoyo del Estado.
Dentro de la identificación de lo que se
conoce como conflicto de identidad de los ecuatorianos (al menos en el mundo
mestizo) -y que es hoy motivo de debates y discusiones, especialmente en el
mundo académico-, podría pensarse que una buena parte de esos conflictos
han respondido a la desorientación conceptual vivida, hasta antes de que si
iniciara el proceso de toma de conciencia en el reconocimiento de la unidad en
la diversidad de la población que conforma al Ecuador como estado nación .
La herencia colonial dejada por el modelo
de hacienda en las relaciones sociales, incluso después de la Reforma Agraria
del 63, históricamente también puso su marca profunda en el país. No cabe
ninguna duda que esas mismas relaciones mantenidas en el Ecuador, después del
inicio de su vida republicana, establecieron fronteras muy fuertes que
resistieron -y aún resisten- a los cambios y las reformas en los temas de los
derechos y el reconocimiento de la diversidad cultural de aproximadamente la
mitad de su población.
Una parte de esa herencia colonial, que
dejó como legado las relaciones discriminatorias en el orden social, económico
y étnico, mantiene todavía una generalizada conducta ciudadana discriminatoria,
velada o abierta en la sociedad ecuatoriana.
Podría decirse, por ejemplo, que la sociedad mestiza se piensa a
sí misma como portadora de una identidad diferente a aquella indígena o afro ecuatoriana,
que está más asociada o relacionada a los valores pensados desde una supuesta
ecuatorianidad, como concepto abstracto surgido desde la creación del proyecto
del Estado-nación Ecuador, luego de la independencia político administrativa
relativa al finalizar el período colonial hispánico.
La necesidad de crear un nuevo imaginario
social y político, por parte de los sectores hegemónicos criollos post
coloniales, generó también el proyecto de unificar bajo una misma bandera a la
población heterogénea del naciente país, como ocurrió igualmente en todo el
continente americano. En lo posterior, este hecho fue quizás una de las principales
trabas que se presentaron, en el plano de la realidad, para el desarrollo de la
visión sobre la diversidad cultural, que fue finalmente incorporado en la
última Constitución política del Ecuador, en 1998.
Si bien una parte del problema estuvo en
la ausencia del reconocimiento jurídico de esa realidad étnica y cultural, no
obstante, el ámbito clave para entender la globalidad y la profundidad de ese
problema está en el campo de la interculturalidad, que es justamente un
concepto que va a dar la posibilidad de definir los espacios y las modalidades
donde interactúan todos los ciudadanos de la nación ecuatoriana, en cuanto
representantes con igualdad de oportunidades -al menos en teoría-, de esa
diversidad.
El tema de la interculturalidad, no tanto
como concepto sino como práctica real, no tiene expresión en la sociedad
ecuatoriana, porque va más allá de los enunciados de carácter antropológico o
de una posición reivindicativa de una nacionalidad o pueblo.
Por una parte, se puede reconocer al
estado-nación Ecuador como el espacio geográfico, jurídico y político donde
interactúa nuestra diversidad social y cultural; es decir, el espacio donde se
expresan las diferencias específicas de aquellas formas particulares e
históricamente determinadas de cosmovisiones del mundo (nacionalidades y
pueblos diversos, sean estos indígenas o afroecuatorianos).
Sin embargo, aparte de ello, es necesario
establecer paralelamente la dimensión donde la diversidad tiene también un
ámbito de convergencia, un espacio común a será compartido con el otro, en
términos de aspiraciones de vida dentro de esa colectividad más grande
denominada país Ecuador. El reconocimiento de una ciudadanía, presente en la
Constitución política de Estado, es justamente esa otra dimensión, que
posibilita que todos sus habitantes sean reconocidos, en términos de igualdad
-esto también teóricamente-, como individuos con capacidad de ejercer tanto
deberes como derechos, y buscar las condiciones más apropiadas para satisfacer
adecuadamente las necesidades de vida.
La práctica de los derechos ciudadanos, no
limitados a los simples enunciados formales de la Constitución, debe enmarcarse
complementariamente bajo el concepto de interculturalidad, de manera que el
ejercicio y la práctica de la ciudadanía tenga como base al reconocimiento real
de los derechos integrales (económicos, sociales, culturales, ambientales,
políticos, civiles y colectivos), si es que aspiramos tener una apreciación
amplia de la vida en la sociedad ecuatoriana. (Zúñiga 2000: 11).
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