jueves, 21 de noviembre de 2019



PRODUCCIÓN ECUATORIANA


Los estudios y análisis acerca del Ecuador y su población han sido desarrollados, en la mayor parte de sus ámbitos, por los cientistas sociales (sociólogos, antropólogos, historiadores, economistas, politólogos, etc) quienes han caracterizado la sociedad ecuatoriana bajo diversos enfoques y parámetros, en sus intentos de llegar a definir lo que ha sucedido y sucede en el país y la gente que lo habita. Este interés especializado ha dado como resultado en los últimos años una extensa producción bibliográfica al respecto. 

     Sin embargo, lo relacionado directamente con la población afrodescendiente, la situación   ha estado relegado como un tema secundario, o casi "invisible", de aquellas preocupaciones conceptuales y de la definición de enfoques específicos para abordar las particularidades sociales, económicas y culturales de este sector importante del país.

     Los contados estudios sobre temas afroecuatorianos, a más de será muy escasos, han sido abordados desde ámbitos casi exclusivamente locales, con énfasis en ciertas manifestaciones de la cultura de las comunidades afrodescendientes del país, como son la música, la danza, la tradición y literatura oral; todas ellas situadas bajo un enfoque más cercano al interés folklórico que a una visión holística de la vida y la cultura de este pueblo. Otro tema de interés, que escasamente se ha investigado, es aquel que se refiere a los procesos del cambio cultural de los afrodescendiente, donde se pone énfasis en los aspectos sociológicos y etnográficos, mayormente restringidos a los ámbitos locales.

     Últimamente, está produciéndose una tendencia creciente de la investigación en los campos de la cultura, el desarrollo y el medio ambiente, bajo un enfoque más integral y de proceso, que facilita la comprensión de los temas de la política, la organización social, los derechos colectivos, territoriales y la participación de los pueblos del país. Sin embargo, la generalidad de estos estudios -por no decir la totalidad- ha puesto su énfasis en las nacionalidades y pueblos indígenas.      

     Lanzando una mirada retrospectiva al pasado inmediato, desde los ámbitos de la sociedad mestiza ecuatoriana y su Estado -antes de que se produzcan las últimas cartas constitucionales de los años 1979 y especialmente la de 1998, en la que se encuentran reconocidos derechos específicos sobre la participación y la diversidad cultural y étnica-, la visión de la cultura había estado marcada por el oficialismo, cuyo interés descansó tradicionalmente en una preocupación incipiente sobre manifestaciones puntuales de lo que se dio en llamar la cultura nacional. 

     Esto no fue otra cosa que el reconocimiento oficial de las expresiones artísticas occidentales practicadas por el sector mestizo, sumado a una apreciación limitada de las manifestaciones del folklore de la población afroecuatoriana e indígena, para será económicamente aprovechadas por las pequeñas empresas dedicadas a prestar servicios al turismo internacional con el apoyo del Estado.

     Dentro de la identificación de lo que se conoce como conflicto de identidad de los ecuatorianos (al menos en el mundo mestizo) -y que es hoy motivo de debates y discusiones, especialmente en el mundo académico-, podría pensarse que una buena parte de esos conflictos han respondido a la desorientación conceptual vivida, hasta antes de que si iniciara el proceso de toma de conciencia en el reconocimiento de la unidad en la diversidad de la población que conforma al Ecuador como estado nación .

     La herencia colonial dejada por el modelo de hacienda en las relaciones sociales, incluso después de la Reforma Agraria del 63, históricamente también puso su marca profunda en el país.  No cabe ninguna duda que esas mismas relaciones mantenidas en el Ecuador, después del inicio de su vida republicana, establecieron fronteras muy fuertes que resistieron -y aún resisten- a los cambios y las reformas en los temas de los derechos y el reconocimiento de la diversidad cultural de aproximadamente la mitad de su población.    

     Una parte de esa herencia colonial, que dejó como legado las relaciones discriminatorias en el orden social, económico y étnico, mantiene todavía una generalizada conducta ciudadana discriminatoria, velada o abierta en la sociedad ecuatoriana.
Podría decirse, por ejemplo, que la sociedad mestiza se piensa a sí misma como portadora de una identidad diferente a aquella indígena o afro ecuatoriana, que está más asociada o relacionada a los valores pensados desde una supuesta ecuatorianidad, como concepto abstracto surgido desde la creación del proyecto del Estado-nación Ecuador, luego de la independencia político administrativa relativa al finalizar el período colonial hispánico.

     La necesidad de crear un nuevo imaginario social y político, por parte de los sectores hegemónicos criollos post coloniales, generó también el proyecto de unificar bajo una misma bandera a la población heterogénea del naciente país, como ocurrió igualmente en todo el continente americano. En lo posterior, este hecho fue quizás una de las principales trabas que se presentaron, en el plano de la realidad, para el desarrollo de la visión sobre la diversidad cultural, que fue finalmente incorporado en la última Constitución política del Ecuador, en 1998.

     Si bien una parte del problema estuvo en la ausencia del reconocimiento jurídico de esa realidad étnica y cultural, no obstante, el ámbito clave para entender la globalidad y la profundidad de ese problema está en el campo de la interculturalidad,  que es justamente un concepto que va a dar la posibilidad de definir los espacios y las modalidades donde interactúan todos los ciudadanos de la nación ecuatoriana, en cuanto representantes con igualdad de oportunidades -al menos en teoría-, de esa diversidad. 

     El tema de la interculturalidad, no tanto como concepto sino como práctica real, no tiene expresión en la sociedad ecuatoriana, porque va más allá de los enunciados de carácter antropológico o de una posición reivindicativa de una nacionalidad o pueblo. 

     Por una parte, se puede reconocer al estado-nación Ecuador como el espacio geográfico, jurídico y político donde interactúa nuestra diversidad social y cultural; es decir, el espacio donde se expresan las diferencias específicas de aquellas formas particulares e históricamente determinadas de cosmovisiones del mundo (nacionalidades y pueblos diversos, sean estos indígenas o afroecuatorianos).

     Sin embargo, aparte de ello, es necesario establecer paralelamente la dimensión donde la diversidad tiene también un ámbito de convergencia, un espacio común a será compartido con el otro, en términos de aspiraciones de vida dentro de esa colectividad más grande denominada país Ecuador. El reconocimiento de una ciudadanía, presente en la Constitución política de Estado, es justamente esa otra dimensión, que posibilita que todos sus habitantes sean reconocidos, en términos de igualdad -esto también teóricamente-, como individuos con capacidad de ejercer tanto deberes como derechos, y buscar las condiciones más apropiadas para satisfacer adecuadamente las necesidades de vida.

     La práctica de los derechos ciudadanos, no limitados a los simples enunciados formales de la Constitución, debe enmarcarse complementariamente bajo el concepto de interculturalidad, de manera que el ejercicio y la práctica de la ciudadanía tenga como base al reconocimiento real de los derechos integrales (económicos, sociales, culturales, ambientales, políticos, civiles y colectivos), si es que aspiramos tener una apreciación amplia de la vida en la sociedad ecuatoriana. (Zúñiga 2000: 11).


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