miércoles, 15 de enero de 2020


GEOPOLÍTICA EN LA GUERRA FRÍA Y EN EL SIGLO XXI

La geopolítica ha sido una de las disciplinas integradoras de las diferentes dimensiones de las ciencias geográficas que más ha servido a la política para la toma de decisiones estatales en materia de política exterior e interna. En dicho contexto, su desarrollo, tanto en sus vertientes europea (alemana y británica) así como norteamericana y asiática, tuvo un desarrollo constante y sistematizado hasta 1945 en que los Estados Unidos y Gran Bretaña, sin fundamentos científicos ni evidencia empírica alguna, la estigmatizaron oficialmente como “ciencia nazi” durante la II Guerra Mundial.
Este despropósito ideológico, fundamentalmente instrumental, hizo que, a partir de entonces, la geopolítica fuera marginada del estudio científico. En Estados Unidos se la subsumió forzosamente en una rama de la geografía, la geografía política, vaciándose así de sus contenidos y bases originales, camino que fue imitado en muchas otras partes del mundo.
No obstante, a poco andar de la Guerra Fría y del desarrollo de los procesos de integración y de globalización, elites científicas provenientes de diversas disciplinas sociales, políticas y económicas, se dieron cuenta de que los fenómenos emergentes no podían ser explicados al margen de la geopolítica. Sin embargo, sin atreverse a contradecir el dictamen oficial de los vencedores de la II Guerra Mundial, optaron por dar origen a una emergente geopolítica llamada “Crítica”, la cual surge como contestataria de los principios fundamentales de la geopolítica tradicional explicitando que sus postulados son diametralmente opuestos a los de aquella.
Umberto Eco (1991), impresionado por la dimensión tecnológica de la I Guerra del Golfo, afirmó entusiasmado que “ahora las guerras se desarrollarán fue­ra del espacio euclidiano” (p. 52). Sin embargo, éstas se siguen haciendo como y donde siempre se han hecho, en el espacio geográfico donde viven las sociedades y donde lleva a cabo la política, no en el ciberespacio o en el limbo de la ficción, aunque viajemos por el universo.
La incapacidad para comprender la globalización y lo que pasa a nuestro alrededor; para identificar los factores clave de los cambios que se están operando; la falta de “imaginación lógica” o fundada para diseñar el futuro; la ausencia de una cultura básica para discernir lo real de lo aparente y, en fin, nuestra impotencia para entender la lógica y la dinámica de los acontecimientos políticos contemporáneos, alimenta una incertidumbre en la que proliferan las creencias más aventuradas.
La geopolítica no está ajena a estas circunstancias. Lo importante, sin embar­go, es mantener el recto sentido y alcances de su lógica práctica, no porque seamos cultores de una geopolítica conservadora, sino porque de ello depende la explicación o la comprensión de una globalización que no acertamos a comprender. Analizar sus manifestaciones a la luz de las viejas teorías, en un marco contextual crítico en rela­ción con los mitos de nuestro tiempo, nos ha permitido recuperar algunas certezas.
No hay profundas diferencias entre la vieja geopolítica y la aparentemente nueva geopolítica crítica. Los procesos políticos internacionales e internos se si­guen llevando a cabo de la misma forma que antaño, y tanto la cooperación inter­nacional como sus conflictos, siguen siendo el resultado de intereses compartidos o contrapuestos que se dan en un contexto de relaciones espaciales multidimen­sionales, aunque esta circunstancia se da hoy en forma simultánea con mayor fre­cuencia que en el pasado reciente.
Por esa razón, la lógica de la geopolítica encuentra su sentido de unidad en las relaciones de dependencia y de interdependencia que se producen entre Estados y entre sus sociedades, las cuales ocupan y viven en espacios tangibles. El dinamismo del proceso es impreso por la vitalidad y el rol político que estas so­ciedades juegan, las cuales, en definitiva, son la fuente de su soberanía y motor de las relaciones políticas contemporáneas.
Los pensamientos de Mahan o de Mackinder, así como los de muchos otros, representan escuelas a las que han adherido sus respetivos países o terceras na­ciones, más allá de cualquier juicio de valor o prejuicio ideológico, pero no son la geopolítica, son sólo parte de ella junto a las escuelas geopolíticas de todos los Estados, aun cuando éstas tengan sólo un carácter regional, subregional e incluso vecinal. En ese sentido lo que procede es integración y no exclusión.
No obstante, si alguna crítica debemos formular, tenemos que asegurarnos de conocer cabalmente el objeto de la crítica, carencia que algunas tendencias de la geopolítica debieran superar, lo cual constituye una necesidad básica para asumir integralmente el tema del Estado, de su territorialidad y de la soberanía en la actualidad, sin los cuales simplemente la geopolítica se diluirá en un proceso de globalización que seguirá siendo tan incomprensible como lo ha sido hasta ahora.


Bibliografía
Bernard, Racine (1878). Discurso Geográfico y Discurso Ideológico. Pers­pectivas
Epistemológicas. Barcelona, España. Ed. Geo Crítica.
Brezezinski, Zbigniew (1998). El gran tablero mundial. La supremacía es­tadounidense y
sus imperativos geoestratégicos. Barcelona, España. Ed. Paidós.
Eco, Humberto (1991). La Guerra del Golfe N’a Pas Lieu. París, Francia. Ed. Sirac.
Christophe Alexandre (Mayo, 2007). Geopolítica de la Energía en Amé­rica Latina.
 Santiago, de Chile. Colección Política Nº 1, Universidad Bernardo O’Higgins.
Toynbee Arnold(1984). Guerra y Civilización. N. York, Estados Unidos. Free Press.

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